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¡Si eres victima o si conoces algún caso cercano de trata de personas!
03.05.2013 15:22
¡DENUNCIA ESTOS
CASOS DE TRATA
DE
PERSONAS A LAS
AUTORIDADES,
NO TE QUEDES
CALLAD@.....
OTRA (S)
PERSONAS
PODRIAN
SUFRIR LO MISMO!
Testimonios de victimas de trata de personas
12.04.2013 15:20Dramáticos Testimonios De Niños (as), Víctimas De La Trata De Personas
Roxana supo enseguida que lo suyo no era una historia de niña-mujer paraguaya, pues Camila era mendocina y había aterrizado en Bahía Blanca en circunstancias similares, sin querer, sin haberlo elegido. Cuando el propietario del local las encierra, esperan unos minutos asegurando su partida, creando un espacio de intimidad precario sí, difícil también, pero que significa para las dos un cable a tierra. Ambas, amigas de naufragio, volvieron a sentir que eran ellas mismas gracias a este vínculo, ambas sintieron que no estaban solas en esto, se animaron a reírse o mejor dicho pudieron hacerlo de verdad y sin necesidad de tomar alcohol, pastillas y todas esas porquerías usadas con los hombres que las visitan y exigen, pegan, disfrutan de su dolor, sin siquiera percibir que estas mujercitas son tan mujeres como sus hijas, sus hermanas, sus primas, sus madres, sus esposas. Camila cuenta que llegó a Bahía Blanca con su novio, él empezó a llevarla al local de Beto, su amigo, según él le decía, y un día la dejó allí para siempre. A Roxana la cruzó a la Argentina Isaías, un amigo de su padrastro, la subieron a una camioneta, le dijeron que se calle, que no pregunte, que tome lo que le daban. Así medio dormida llegó y comenzó esa pesadilla diaria, solitaria, incertidumbre, dolor, dolor, mucho dolor difícil de explicar. Ellas no recuerdan cuándo empezó todo, pero pueden asegurar que la coordinación fue perfecta. Beto siempre estaba con un gran llavero colgando y cuando se metía en la habitación de Luli siempre estaba borracho. Luego de pegarle y someterla se quedaba dormido un rato y un hilo de saliva caía de su boca. Acordaron que ese era el momento. Había que hablar con Luli y decirle que iban a entrar para quitarle una llave. Meses de vigilancia les llevó saber cuál era la llave que necesitaban, sin embargo supieron rápidamente que el plan las motivaba tanto que se las arreglaron para simular que tomaban las pastillas (luego se las quitaban de la boca), tiraban el alcohol en el baño y jugaban a hacerse “las oquitas” para no llamar la atención. Hubo un problema con esto: vieron más conscientes el infierno en el que se encontraban, pero también esta angustia ayudó para darse fuerzas y tanto la una como la otra deseaba poder salvar a su amiga. Otra vez se sentían con un motivo, un sueño para vivir, la alegría que significaba lograrlo. Y el día llegó: Luli les dejó abierta la pieza y cuando la bestia se durmió, Camila entró y quitó la llave de la calle. Era muy tarde, corrieron con su compañera de aventura mientras Luli vigilaba que la bestia siga roncando. A lo mejor un día se iría ella se animó a pensar. Hoy la alería era ver a Roxana y Camila abrir la puerta y escapar con lo puesto. Y Luli hizo lo que debía: retiró la llave, la volvió al llavero de la bestia y se durmió a su lado, como lo hacía casi todas las noches. |
La supervivencia no deja lugar para esas cosas. Nadie intento detenerla, cuando con diecisiete años, les anunció que se iría a vivir con Ramón a pocas cuadras de la casilla que habitaban. Que haga lo que quiera, dijo su padre secamente: "es una boca menos". Su madre, que desde el último embarazo había perdido la capacidad de llorar, la miró irse lentamente, desdibujándose hasta perderse en las vueltas de los pasillos. Su partida no asombró a nadie. Todos saben que allí tarde o temprano siempre se vuelve, las trampas de la pobreza casi nunca fallan, como si fuera armado a sabiendas y se sostuvieran privilegios a costa de la pena ajena. Ramón no fue mejor que su padre. Estaba con ella con la misma fuerza con que trabajaba en la construcción, en medio de sudor y golpes. Y no era que no quisiera ser diferente, a veces le pedía perdón llorando como un chico desvalido y ella lo acogía con ternura, sabía que no era malo, en el fondo era así, por la vida que le tocó vivir, por la pobreza y por la violencia sufrida desde niño. En el fondo se parecían, pero Mary había podido procesar de manera distinta sus carencias. Una tarde llegó completamente ebrio. Ella intentó hablarle pero él la golpeó con furia. En el puño apretaba el telegrama de despido que había recibido esa mañana. El cuerpo de Mary guarda las marcas de ese día. Ese día que decidió volver a la casilla de sus padres.Ramón no intentó nada por retenerla, sabía que merecía su abandono. Y no tenía sentido buscar su perdón una vez más.Pasaron muchos días dando vueltas frente a esa puerta. Finalmente se decidió a entrar. Alguien señaló con la mirada una silla vacía en la rueda de hombres. Todas las miradas se fijaron en él. Se puso de pie y dijo con la cabeza gacha pero con voz firme: Me llamo Ramón y golpeo a quien más quiero… |
No fue fácil la decisión de mandarlo con tan poca edad y tan lejos de su cultura. Los movió el afán de que tuviera una vida mejor que la que podían darle ellos, siendo como eran pescadores de origen humilde. Fue un gran esfuerzo realizar el pago que se exigía para llegar a destino. En el aeropuerto lo esperaban dos hombres asiáticos y allí embarcaron hacia Estados unidos, donde le dieron un nuevo pasaporte con otro nombre que debía ser entregado a quien lo esperaba en Argentina.Allí estaba una pareja, que tras retenerle el pasaporte lo acompañaron después a denunciar el extravío y también, pusieron en el diario local un aviso ofreciendo gratificación a quien lo devolviera.Tras muchas horas, finalmente fue dejado en la fábrica textil de quien sería, de allí en más, su empleador y amo.Su nombre ya no es su nombre, sus días pasan sin salir del taller donde sus contratantes le dan un plato de comida al día y unos centavos por cada unidad confeccionada. Toda su correspondencia es retenida y sus jornadas llegan a ser de sol a sol. Kim recuerda haber aprendido en su país a vivir un modelo de sociedad igualitaria aunque con alguna libertad restringida, pero sus compatriotas aquí se comportan de manera muy distinta, han asumido otras reglas de juego. Un abismo separa las relaciones de dueños y trabajadores. Cada inspección al taller crea en él una esperanza de libertad. Pero los hombres siempre se van después de hablar con el dueño. La deshumanizante cadena del trabajo esclavo, siempre tiene los eslabones necesarios. |
Fue apenas un momento mientras comían en el centro comercial, cuando advirtieron que Matías ya no estaba jugando alrededor de su mesa; y se separaron para buscarlo al mismo tiempo que llamaban a la policía y a los vigiladores del local. Sólo una mujer dijo haber visto un niño con esa vestimenta, aunque estaba segura que el color de su pelo no era el que describían sus padres.En la comisaría solo fue de ellos la desesperación, el oficial que los atendió dijo que habría que esperar más horas antes de formalizar la denuncia, para luego irse amparado en el fin de su turno de guardia. En el baño del centro comercial, se encontró un envase vacío de tintura de cabello, pero la prueba nunca llegó al juzgado. Es normal que los chicos se pierdan en estos lugares, dijo un empleado sin levantar la vista del teclado. Debieron estar más atentos; esto lo vemos a diario y después de su descuido se buscan culpables; se fabulan conspiraciones para robar niños y tantas cosas más. Juan se levantó bruscamente de la silla en un intento por tomar al hombre por la solapa, pero su mujer lo tomó del brazo y lo sacó del lugar. Lloraron más de una hora en el bar de la esquina de tribunales, sin saber qué hacer ni a quién más recurrir. Se imprimieron volantes con su foto, que fueron pegadas en los alrededores. Cada llamada al celular de ambos, reabría una esperanza para clausurarla después en cada dato inválido. Todos se decían lo mismo: un niño no puede desaparecer así simplemente. Un llamado alertó sobre el cruce sospechoso de la frontera formoseña de un niño profundamente dormido en brazos de una pareja que no tenía con él, el menor parecido físico. La pista de Matías se perdió para siempre del otro lado de la frontera, curiosamente cerca de una clínica que -según una denuncia-, realizaba clandestinamente ablaciones de órganos. Matías nunca apareció. Un laberinto de complicidades perdió la causa en el país vecino. El dolor y las mutuas acusaciones llevaron a sus padres a la separación… ¿Un niño puede desaparecer así simplemente? |
La veía más tranquila y alegre y el sueldo que él aportaba por su trabajo en la fábrica, hacia más fáciles los tiempos. Volvieron los festejos de cumpleaños y las navidades, con guirnaldas y lamparitas que entre todos colgaban en el patio y el nuevo radiograbador llenando de cumbias el aire. Pero cada cielo tiene su infierno en alguna parte; y allí María vio que el alcohol, era la puerta del suyo, y el de su madre y hermanos. Manuel consumía cada vez más y aquellas alegres fiestas empezaron a convertirse en incertidumbre y temor. Se sabía cómo empezaban pero el final podía ser un sueño pesado o un desvelo violento en el que todos recibían recriminaciones y golpes por motivos que solo existían en la desconfianza de él, en sus miedos, en su infancia de abandono. María no recuerda cuándo fue, que comenzó a mirarla de otro modo. Una mirada de su madre a Manuel -mientras ella lavaba los platos y él la miraba-, le hizo sentir que algo malo pasaba. Pronto comenzó a censurar sus salidas; su vestimenta que juzgaba provocativa;; le decía a su madre que todas sus amistades eran malas; que iba por mal camino. El acoso se fue haciendo más intenso al punto de que él a veces le lanzaba algún golpe solo porque María se arreglaba para salir un rato por el barrio. La sometía a largos interrogatorios en su habitación, para saber si estaba con algún chico. Fue un día de paro en la fábrica lo que trajo a Manuel a la casa mientras su madre estaba en el trabajo. La mandó a comprar varias cervezas que fue consumiendo a lo largo de un par de horas. De nada sirvieron los gritos de María en aquel barrio, donde la violencia está tan naturalizada como la pobreza, ni que intentara defenderse con todas sus fuerzas… Los abusos se repiten y acrecientan, mientras María alberga en su corazón fantasías de venganza, matando a su agresor en sueños para volver a padecerlo en cada ausencia de su madre. Su madre mira la cama revuelta, los ojos de María enrojecidos, y comienza a trajinar con la cena. Mira a su pareja y calla. ¡Tienes que acostarte más temprano María, andar menos por ahí! ¿Viste la cara que tienes? |
Era al irse sus hermanos a la escuela cuando mejor lo pasaba, porque toda la atención de su padre era para ella. Le hacían bien esos momentos en los que se sentía querida, en los que recibía las caricias que su madre ocupada retaceaba. El tiempo fue pasando y Carlita comenzó a ver cambiar lentamente su cuerpo. No quería crecer por miedo a perder el afecto de su papá, no quería dejar de ser su nena. Las caricias de su padre fueron cambiando y en lugar de aquella felicidad primera dejaban una sensación distinta, una mezcla de culpa y miedo. Por temor a perder ese afecto decidió callar, cuando aquella forma de lo que creía amor cruzó los márgenes del pudor, lastimando, dejando huellas nuevas a su paso y con la confusión cada vez más grande ante la explicación de que aquella era solo una manera más secreta y profunda de quererla, un pacto único y personal entre ellos, algo que ella nunca debería rebelar. Fue cuando la pequeña Carlita pasó a ser Carla, y su mundo niño se perdió quizás para siempre en la oscuridad de un mundo adulto cargado de nuevas responsabilidades, de ocultamientos y secretos, de querer hablar y no poder, de sentir que así solo sufre ella y que de otro modo todos sus hermanos pagarían el precio de la disolución familiar. A los 15 años habló con su madre y le contó lo que desde muy pequeña le estaba sucediendo. En lugar de una mamá encontró a otra mujer que en defensa de su territorio desmintió sus dichos y le pidió que se fuera. En el frío de la noche, un hombre se le acerca y cruza unas palabras. Carla espera apoyada en la pared el colectivo que nunca va a tomar. |
Era difícil a aquella edad, ver que otras formas de violencia pudieran ser posibles. La vida entonces era como una película en blanco y negro: una caricia era indicio de alguna aprobación y un golpe… un golpe es algo que casi nunca se entiende. En realidad, lo que la había llevado a pedir ayuda, eran los ataques de celos y las palizas que por esta causa recibía de su pareja. Se interrogó a sí misma con enojo sobre la utilidad de remover el pasado, pero la pregunta de la trabajadora social quedó dando vueltas y fueron aflorando recuerdos fragmentados, como relámpagos, fugaces trozos de memoria de esa etapa de su vida… El corte abrupto cuando intentaba intervenir en las conversaciones entre su padre y su madre: ¡cuando sea para tres te aviso!, decía su padre con un tono que la hacía irse llorando de la mesa. Y la mirada de su madre que parecía refrendar los dichos de su padre. Se sentía mejor cuando su mamá le delegaba alguna tarea en la casa, aunque nunca llegaba a realizarla porque casi en el acto ella le decía: Dejá vos no vas a saber… Un día se puso a hacer cuentas y concluyó que había escuchado más de 10.000 veces la palabra tonta entre los 7 y los 15 años… Y ahora estaba ahí, con sus ojos lastimados y la costilla rota, como tantas otras veces, pero esta vez enfrentando su pasado, su presente y sus miedos cargados de esperanza. Mientras juntaba sus cosas Marcela escuchó por última vez la frase de siempre: ¡Mirá lo que me hacés hacer! |
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Su madre le da unas monedas al día, porque piensa que allí al menos no anda por la calle. Ella trabaja por horas en un par de casas y con eso, y un bolsón de alimentos de un plan social; sobrevive junto a su marido y sus hijos. Su esposo busca trabajo, leyendo los clasificados que el repartidor le deja ver sin exigirle comprar el diario. Su edad, al lado de su nombre, fue lo que hizo que alguien insistiera en hablar con él, en el Chat. Encontró en ese amigo desconocido la contención y la escucha que sus padres, ocupados en apenas sobrevivir, no podían darle. A los dos meses de estar en contacto, acordaron conocerse personalmente. Se encontraron en un local de comidas rápidas y Maxi se sintió muy bien en compañía de su amigo; aunque no fuera como él, sino mucho mayor. El hombre le contó que tenía familia y un trabajo importante; Maxi, le contó en detalles todo lo que pasó ese día en el que la policía y los hombres con trajes y carpetas entraron rompiendo las puertas y levantando por el aire a sus hermanitos que dormían, que hubo corridas en el pasillo del viejo PH y que las mujeres lloraban con sus bebés en brazos. Cuando se puso a llorar el hombre le tomó la mano y él se sintió muy bien por eso. A lo largo de muchos encuentros, mientras su madre pensaba que estaba en el Cyber, aquel hombre le dijo que no había cosas que estuvieran bien y otras mal como él creía; que había muchas maneras distintas de expresar el amor y que no debía sentirse mal por lo que estaban haciendo. Esa forma en que su amigo decía demostrarle amor, a fuerza de ser la única conocida, se fue naturalizando. Su madre le reprochaba la procedencia primero de su mochila nueva, más tarde de un MP3 y después de un celular. Lo acusó de andar robando, lo que hizo que Maxi se acercara más aún a la única persona que podía entenderlo, sin criticar todo lo que hacía. Según le dijo el dueño del Cyber a la madre, Maxi se fue en un auto muy caro que lo pasó a buscar por la puerta. Tardaron mucho en tomarle la denuncia, “los pobres siempre andan diciendo que les pasan cosas…”Su último rastro, la única marca de su paso por la vida es un nombre en una pantalla hoy frecuentada por otros chicos como él, hijos de la exclusión: Maxi13@... |
Deambuló por las estaciones de la ciudad, aprendió a pedir las monedas de los vueltos en las ventanillas de pasajes, a comprar pizzas incomibles y un yogur alguna vez cuando la plata alcanzaba. Uno a uno fue aprendiendo los códigos de la calle. No tuvo una fiesta a los 15 como había soñado, pero se sintió satisfecha ese día por haber aprendido a sobrevivir entre sus pares, a sentirse adulta , aunque su cuerpo poco crecido dijera lo contrario. Esa convicción adquirida a golpes, fue lo que hizo que no tuviera miedo a vincularse con alguien más grande. Marcelo tenía 29 años y si bien no era demasiado afectuoso con ella, desde la medida del afecto a la que estaba acostumbrada, le pareció que era lo mejor que podía pasarle. Para ella una bofetada era una caricia con exceso de velocidad. El la llevó a vivir a una pensión en los alrededores y además le dijo que trabajaba. Naty se sentía muy bien cuando él estaba con ella, al fin era importante para alguien. No fue mucho el tiempo que pasó hasta que le anunció que lo habían despedido y que lo más probable era que el dueño del hotel les pusiera un candado por la falta de pago y se quedara con sus pocas cosas. Naty que nunca había visto a su padre trabajar no encontró nada extraño en que él comenzara a quedarse durmiendo hasta tarde. No mediaron golpes ni ablandes, Naty aceptó por afecto la propuesta de Marcelo. Solo sería hacer lo mismo que hacía con él pero con otros hombres le dijo, además siempre estaría para cuidarla y nunca permitiría que la maltrate nadie, ni volvería a estar sola en las calles. Hace dos años que la busca cada noche a la salida del departamento que maneja un amigo suyo ex policía. Hace dos años que Marcelo dice no conseguir más trabajos. El había prometido que sería un tiempo corto, pero cada madrugada toma el dinero que el dueño del lugar le entrega por los servicios de Naty. |
Entre los cuidados de su madre y las ausencias de su padre, fue llegando a la adolescencia. Fue en ese tiempo que conoció a Kevin, su novio y compañero. No hubo demasiada oposición cuando decidieron vivir juntos. Su madre siempre tuvo en claro que allí se vive con el destino puesto, que se es madre antes de niña y que de los golpes ninguna escapa. Kevin al principio trabajó como ayudante de albañil y más tarde como repartidor. No era que no quisiera trabajar, le jugaban en contra la piel y la dirección, el pasillo" sin número y el barrio numerado, 1-11-14, 21, o 31, para el caso era igual, los números de la exclusión se parecen todos. Al final del camino lo esperaba el consumo de paco, un pasaje corto a la ausencia, un poco de coraje ortopédico para salir con otros a buscar dinero. Así fue como cayó por el robo a un quiosco. Toda la maquinaria judicial se puso en marcha por once pesos. Cada sábado soportaba Johana las humillantes revisaciones del penal en nombre de su lealtad adolescente. Nunca faltó más que por enfermedad a las visitas, pero el tiempo pasaba y el juicio ni siquiera había empezado. En esas tardes conoció a Pablo un chico de 19 años que visitaba con frecuencia a su hermano. La soledad jugó sus cartas y comenzaron una relación. Comenzaron a verse fuera del ámbito del penal, primero en los bailes para pobres, después en las esquinas del barrio…Un día Pablo no llegó a la cita, en cambio la esperaban otros hombres que sin mediar palabras la introdujeron por la fuerza en un auto. Fueron varios los coches por los que pasó como en un juego de postas, para terminar acompañada por dos mujeres en un micro con destino al norte del país. Allí transcurre hoy su vida, viviendo a los fondos de un local nocturno bajo la mirada atenta de los vigiladores de la puerta, compartiendo una barraca junto a otras jóvenes apropiadas del mismo modo. Su madre recorrió cada rincón del barrio. Pablo tenía más de un nombre y según le dijeron la había vendido. Ese era su “trabajo”, ni mejor ni peor que otros, un medio más para sobrevivir allí donde la vida siempre amenazada se mueve en la frontera estrecha de los pasillos. |
Dramáticos Testimonios De Mujeres, Víctimas De La Trata De Personas
Cientos de mujeres son sacadas del país a ejercer la prostitución en el exterior, ilusionadas con promesas de trabajo y atadas a una deuda impagable. Dramas y rutas de un mercado negro de 32.000 millones de dólares.
El año pasado, Milena y Catalina recibieron una propuesta que les cambiaría la vida: viajar desde Buenaventura (Valle) a Buenos Aires (Argentina) para trabajar como meseras en un restaurante que ofrecía muy buen salario.
Las mujeres, de 17 y 22 años, aceptaron la propuesta y en abril de ese año emprendieron el viaje. Salieron del Puerto hacia Cali y de ahí fueron a Pereira donde abordaron el avión que las llevaría al país gaucho. Sin embargo, aterrizaron en Chile.
Una vez allá, quien las recibió les explicó que en lugar de tomar pedidos en un restaurante, como les habían prometido, tendrían que atender clientes en un prostíbulo. Eso no era lo que ellas buscaban. Sus vidas empezaron a tomar un giro inesperado.
Milena y Catalina fueron obligadas a prestar servicios sexuales en un establecimiento al sur de Chile. No podían salir, ni mucho menos llamar a sus familiares para alertarlos sobre su situación. No podían pedir ayuda.
Sin embargo, la suerte estuvo de su lado. Una semana después de su llegada, sus compañeras de cautiverio, quince mujeres colombianas que habían caído en la misma trampa, les ayudaron a escapar, con la condición de buscar auxilio también para ellas.
Lo primero que hicieron las dos mujeres fue llamar a sus familiares en Colombia para que acudieran a las autoridades y las repatriaran.
“La tía de una de ellas hizo la denuncia ante el Comité Interinstitucional de Trata de Personas. De inmediato el caso pasó a la Personería de Buenaventura y a los pocos días las trajeron”, cuenta Valentina Cortés, profesional de apoyo en la oficina de Mujer y Género de la Secretaría de Convivencia de Buenaventura, quien para la época en que ocurrieron estos hechos era parte de la entidad que recibió la denuncia.
La suerte de las 15 compañeras que se quedaron en un prostíbulo de Chile se ignora, pues el caso fue remitido a la Fiscalía 21 del Puerto y todavía se encuentra en la etapa de investigación.
“Lo último que supe es que la tratante, es decir, la persona encargada de coordinar esta red de tráfico desde Buenaventura hacia Chile, fue capturada por las autoridades; era una mujer a la que le decían ‘La Mona’”, cuenta Valentina.
Pese a los relativos resultados logrados por las autoridades para detectar rutas e identificar responsables, los tratantes de blancas siguen tendiendo sus redes.
Carolina López, oficial del programa de lucha contra la trata de personas de la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, dice que entre los años 2000 y 2012 esta entidad registró 76 casos de víctimas de tráfico sexual en el Valle del Cauca. Pero pudieron ser cientos o miles. Los municipios más afectados por este delito son Cali (21), Buenaventura (16), Buga (9) y Cartago (6).
En manos de la Yakuza
Vanessa (solo se da el nombre para proteger su identidad), era una juiciosa ama de casa caleña antes de terminar en las garras de la mafia japonesa.
“Una amiga me contactó por Internet -relata-y me contó que estaba viviendo bien en Madrid (España), que viajó por recomendación de una señora para trabajar cuidando ancianos y que en solo cinco meses había logrado pagar las deudas que adquirió.
Debido a la inestabilidad laboral, con mi esposo tomamos la decisión de buscar alternativas en otro país. En esta circunstancia la familia de mi esposo decidió apoyarlo para que yo pudiera viajar a España.
Mi amiga me puso en contacto con la señora y ella me dijo que debía viajar a España, pero que el trabajo sería en Japón, pues tenía una agencia de trabajo internacional y que por mi perfil yo cuidaría los niños de una señora de un diplomático.
Cuando llegué a Japón los primeros días cuidé a la hija de la señora que me llevó, dormía en el piso y la señora se enfurecía por todo; la segunda semana me quitó mi ropa y mis documentos y me dijo que yo no servía para ese trabajo, pero que igual ella me iba a decir cómo le iba a pagar su dinero.
Entonces me dio un vestido corto, unos zapatos de tacón y me llevó a la calle, allí habló con unos señores y ellos me llevaron a un apartamento donde estaban otras colombianas. Yo no entendía nada de lo que estaba pasando, pedí que por favor me dejaran llamar a Colombia, pero me dijeron que no podía hablar con nadie y que si intentaba escapar me iban a llevar a la policía por ladrona.
Yo me puse a llorar... Los que cuidan las calles son de la mafia (la Yakuza), las mujeres tienen mucho miedo pues son muy violentos y si alguien quiere huir o pedir ayuda lo golpean casi hasta la muerte. Un día llegó mi amiga y yo le pedí que me ayudara a salir de esto, que no importaba, que yo buscaba el dinero para pagar, pero ella me dijo que la forma para salir era llevando otras mujeres, que así fue como ella salió.
Finalmente estuve varios años, pagué mi deuda, ahorré algún dinero y cuando regresé sin ayuda de nadie, me di cuenta que mi esposo tenía otra compañera y mi suegra se había quedado con los niños”.
Una deuda insaldable
Carlos Andrés Pérez, coordinador del proyecto por la lucha contra la trata de personas en Colombia de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Unodc, recordó que las víctimas de comercio sexual deben pagar a la red de tratantes una deuda por todos los gastos invertidos en el viaje.
“Al principio todo parece estar muy bien. Los tratantes pagan el pasaporte o la visa, si la persona lo requiere, los tiquetes de avión, la ropa y comida que les den, pero en cuanto llegan a su destino todo se los cobran”. Como ocurrió con Vanessa en Japón.
El dinero invertido en las víctimas puede ascender a los US$6.000. Sin embargo, los tratantes sobredimensionan los costos a US$60.000, haciendo que la deuda sea prácticamente imposible de saldar, comenta, a su vez, Carolina López, oficial de la OIM.
“A ellas no les cobran únicamente los gastos del viaje. Cuando llegan al país de destino deben pagar alojamiento, alimentación, ropa, medicinas si se enferman, y en ese caso, les cobran multa por no trabajar”, explica.
Agregó que estas víctimas ganan un promedio de US$100 mensuales, de los cuales deben pagar una cuota de US$70 al tratante y el dinero restante es para cubrir su sustento y otros gastos que se les presenten.
“Si pagan su deuda pueden quedar libres, pero bajo estas condiciones es muy difícil. Algunas víctimas mueren sin lograrlo. Quienes escapan o saldan la deuda son muy afortunadas”, afirma Carolina.
Según la Unodc, la trata de personas es un mercado que mueve US$32.000 millones en el mundo, una mafia tan poderosa como el narcotráfico. Y el Valle del Cauca aporta una cuota nada despreciable a ese mercado de horror.
Calvario en Singapur
Relato de Juanita, una joven de Buenaventura.
“Un conocido me contó que estaban buscando personas para viajar a Singapur como empleada de un restaurante, que pagaban bien, y que además los empleadores pagaban los tiquetes y los documentos para viajar.
La verdad, a mí me pareció bien la idea, no sospeché algo malo, pues no era como que me iban a regalar nada sino que me estaban prestando la plata para poder viajar y llegar hasta el lugar donde me ofrecían el trabajo.
Además me dijo que la gente en ese país no hacía esos trabajos y que por eso requerían personas como nosotros, de por acá de Latinoamérica, porque necesitaban cubrir el trabajo.
Lo que ellos me prestaron para viajar fue realmente poco dinero y me dijeron que lo pagaría, por mucho, en tres meses. Yo me ilusioné con eso, dejé a mi hijo con su papá y luego inicié el viaje.
Cuando llegué, me llevaron a un lugar que era como un hotel, allí vivían otras mujeres, algunas que estaban en la misma situación que yo, es decir, contra su voluntad y otras que no tenían deuda y pagaban allí alojamiento.
Ellas fueron las que se encargaron de decirme la verdad, que iba a ejercer la prostitución.
A las personas encargadas del negocio les gusta que uno se dé cuenta en el instante, como para que uno reaccione; es muy duro, uno se enoja, pero allí lo amenazan por la cantidad de dinero que uno les debe, le dicen que lo van a matar a uno o a su familia.
Entonces uno se resigna pero sigue siendo muy duro, algunas mujeres son golpeadas por no obedecer, por no querer salir con los hombres o por no dejarse hacer ciertas cosas...
Después de Singapur me llevaron luego a Hong Kong y allí logré buscar ayuda en el consulado, luego con apoyo de varias entidades logré regresar a mi casa”.
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05.04.2013 08:05 Puedes sugerir o colocar cualquier comentario en nuestra pagina.... gracias por visitarnos